La cárcel...

La cárcel es el local destinado a la reclusión de presos. Los presos son aquellas personas que por unas circunstancias u otras y según las leyes de un país han incurrido en una serie de infracciones de distinta magnitud relativa.

Según la gravedad del hecho en que se incurre, la posibilidad de ir a la cárcel es relativa. Si la acción cometida se considera una falta leve en territorio español, no tienes porque sentirte preso, pues hacen falta una acumulación de faltas leves para ir a la cárcel. Caso bien distinto si incurrimos en un delito considerado grave, puesto que si no tienes un abogado de los que hacen milagros nadie te salvara de dar con tus huesos contra los barrotes.

Existen diferentes categorías de presos. Haciendo una primera distinción podemos encontrar a las personas que incurren en faltas que sólo perjudican a su persona, a los que llamaremos suicidas. Si fallas en tu intento por suicidarte puedes estar sujeto de ir a prisión.

La categoría de presos más absurda de todas es la que el “culpable” no es el verdadero responsable de los hechos imputados a su persona. Como en todo sistema de cualquier índole, existe un mayor o menor margen de error. Pues bien, el sistema judicial no está exento de ello, así que para desgracia de unos pocos, te podría tocar la papeleta de tener que pagar con la cárcel las faltas que cometió un delincuente demasiado astuto y preparado.

Generalmente, los ejemplos anteriores, no son los que más abundan en nuestras cárceles. La cárcel suele estar llena de personas que por diversos motivos circunstanciales o premeditados incurren en acciones consideradas delitos para llevar a cabo sus planes de vida.

Aquí también podríamos hacer distinciones. Para mí no es lo mismo tener la idea que ser un mero colaborador circunstancial. Los cómplices de un delito son personas que por desgracia de sus vidas se ven “obligados” a colaborar para salir de su situación de precariedad relativa. Son los “caminos de la droga” los que muchas veces nos conducen a dichas situaciones, pues el camino del vicio sólo tiene como última parada algún tipo de cárcel.

Finalmente nos encontramos a las personas que por sistema han decidido regir su vida entera por el mal en sí y aquellos en los que un buen día se les cruzaron los cables y optaron por cometer auténticas atrocidades.

Este último grupo es donde se encuentran todas aquellas personas sobre las cuales es imposible escribir unas líneas sinceras en las que salgan bien “parados”. Este grupo se encuentran los asesinos, violadores, pederastas, traficantes, ladrones de bancos y todas esas personas que han incurrido en faltas muy “graves”.

Supongo que la cárcel como “idea” tuvo este tipo de ejemplares como firme y claro ejemplo de porque eran necesarias desde la primera concepción de sociedad moderna. Pero no desperdiciemos más líneas hablando de gente tan desagradable.

Como conclusión de mi opinión personal sobre que es la cárcel, prefiero malgastar tu tiempo de lectura en las cosas buenas que aporta la cárcel. Aclararemos que hay distintos tipos de cárceles y que no todas tienen una ligera serie de “ventajas”. Remarcar que existen muchas de ellas en las que se tiene un trato denigrante al preso; y digo esto porque bajo ninguna circunstancia estarían justificados dichos actos porque de ser descubiertos por la plebe, ésta clamaría de forma enfervorizada por su encarcelamiento inmediato.

La cárcel, como todo en la vida, también tiene un lado positivo. Ese lado consiste conceptualmente en la más integra “re-inserción” en la sociedad que nos acompaña. Hablamos de segundas oportunidades porque es inherente de la condición humana el poder equivocarnos.

Una persona plenamente arrepentida de sus actos tiene muchas opciones para poder reducir su propia condena. Después de una profunda reflexión personal un preso puede llegar a darse cuenta de sus errores. Teniendo buen comportamiento, trabajando para la cárcel e incluso estudiando una carrera, puede llegar a tener una segunda oportunidad de vivir fuera de la propia cárcel.