domingo, 28 de junio de 2009

Recaida

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza varias veces en la misma piedra. Presumimos de inteligencia, pero pecamos de ignorancia. Dulce es el éxito y amargo el fracaso. Nos creemos poderosos porque reducimos cualquier situación a un simple enfrentamiento racional. Usando la cabeza, indudablemente se consiguen los mejores resultados. Lógicamente caeremos en el error más trivial de todos pues, pensamos con el cerebro pero sentimos con el corazón. Somos lo que sentimos este más o menos premeditado. Pensar lo asociamos con trabajar, nuestras emociones son nuestra manera de vivir. Biológicamente hablando, el corazón es el motor del cuerpo y la mente el capitán de barco. Ambos están tan estrechamente ligados que se funden en lo que podríamos denominar como nuestra alma. Somos personas, tan concretas en un sentido, tan aleatorias en otros, que sencillamente es inconcebible una separación material de nuestras partes si no las vemos en su conjunto. Al fin y al cabo tu “eres”, no un yo pienso esto, siento aquello otro y actúo de tal manera. Como si de una lucha interna se tratase, estamos constantemente debatiéndonos si darle prioridad al corazón o a nuestra razón. Para esa lucha contamos con la mejor de las armas imaginables, la voluntad. Con ella somos capaces de vencer al miedo, combatir los problemas del destino, superar los fracasos y disfrutar de nuestros logros. La vida es como un juego de azar, tiene tantas variables que no podemos controlar, que por propia naturaleza nos dedicamos a vivir la vida tal y como nos viene, evolucionando la propia persona a la par que lo hacen los acontecimientos.

Mi historia también está llena de errores aunque podríamos decir que el más grave de todos ha sido estar persistentemente pensando demasiado. Es mi equivocación primitiva, la madre de mi miedo a vivir.

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