martes, 3 de febrero de 2009

¿Por qué estamos aquí?

Como toda cuestión, podemos abordarla por cualquiera de sus dos caras. La física y la metafísica. Si empezamos este relato por la física será la más correcta; al menos vista desde el punto de vista de la propia literatura.

Todos y cada uno de nosotros somos el resultado de la misma ecuación. El espermatozoide más rápido de nuestros padres sumado al óvulo perfecto de nuestras madres. Es la suma de esos dos elementos la que nos convierte en lo que somos.

Este es, nuestro cuerpo físico, el que nos hace humanos. Ya según lo trabajemos con nuestra mente, darán lugar a lo que somos en la propia actualidad. Y para poder comprendernos en cuerpo y mente, tenemos que físicamente probar nuestros propios límites mentales.

Sólo con una voluntad de hierro podrías conseguir aquello que te propongas. La circunstancia puede hacer de la vida una puta mierda, pero es lo que toca. Todos estamos en esa misma pero distinta tesitura. Simplemente la vida pasa, tanto para ti como para los demás.

Es hay donde entra en juego nuestro “yo” mas metafísico, el que se come todos los marrones. El destino baraja las cartas pero, ¡tú las juegas! Las cosas sencillamente pasan. Es una jugada a tres bandas cuando se trata de las relaciones interpersonales.

La vida puede ser maravillosa si tienes suerte, aunque no siempre tienes la suerte de tener el viento a favor. La suerte es azar, y el azar es simplemente aleatorio. Todo forma parte de la dualidad la propia circunstancia. La vida también tiene su libertad de elegir sí o no.

Si hablamos desde el punto de vista de nuestra cronología natural, somos el resultado de una simple suma de días puramente determinada por nuestra circunstancia estática añadida a la rutina de nuestra actividad.

Sin embargo, si lo hacemos desde el punto de vista global, somos el resultado de la propia evolución de nuestra especie. Ésta evolución científicamente hablando de manera muy darwiniana. Procedemos del mono; nos guste o no la idea.

Pero es en nuestras mentes donde reside nuestro mayor placer. Esa extravagancia que nos otorga la inteligencia de todos y cada uno de nosotros. No todo lo que hacemos es instinto, aunque haya personas que sólo se muevan por él.

Un instinto primordial es la pura y dura “curiosidad”. La curiosidad mató al gato dicen. Eso explica nuestras derrotas, que no son derrotas; simplemente partes negativas del juego de ésta, nuestra única vida.

Y si la desperdiciamos será siempre nuestra culpa. Siempre tendremos la opcion de ver la botella medio llena. De echarle un pulso al dolor y decirle que podemos aguantarlo, que podemos esperar para combatirlo. Yo me despido aquí, para poder irme a descansar y pensar sólo en mi “trabajo”; el que financia de alguna manera estas humildes y sencillas líneas.

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